El abuso del plano secuencia de Adolescencia

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Desde luego, Adolescencia (Netflix) es una serie que parece obsesionada con su propia estética. Y más concretamente, con su uso del plano secuencia. Pero lo que podría haber sido un recurso narrativo poderoso y envolvente, se convierte en un lastre. Da la sensación de que todo está construido para servir al plano, no a la historia.

La forma acaba devorando al fondo.

El problema no es el plano secuencia en sí —cuando está bien usado, puede ser hipnótico, inmersivo, incluso poético— sino el hecho de que aquí se convierte en una especie de fetiche. La serie abusa de él como si el simple hecho de encadenar minutos sin corte fuera sinónimo de calidad. Pero no basta con que la cámara no parpadee: si lo que está ocurriendo en pantalla carece de ritmo, intención o emoción, el plano secuencia no es más que una carcasa vacía. Un truco.

La primera secuencia, que debería ser una carta de presentación poderosa, resulta pesada, lenta, autorreferencial. Más que introducirnos en un mundo o en unos personajes, parece querer decirnos: “Mira lo que sé hacer con una Steadicam.” Y eso genera distancia en lugar de conexión.

El montaje y la edición sí importan. No son solo herramientas técnicas: son parte del lenguaje emocional de una historia. El montaje es el latido narrativo, la forma en que se respira, en que se toma impulso o se detiene el tiempo. Renunciar a ello porque sí —por una decisión estética rígida— puede llevar a un agotamiento visual y emocional que se nota en cada episodio.

Y es que la historia de Adolescencia, con todos sus defectos (personajes algo planos, diálogos grandilocuentes, tramas que se arrastran), necesita aire, necesita cortes, necesita pausa y golpe. Pero aquí todo fluye de forma continua, como si la serie tuviera miedo de perder al espectador si cierra el ojo un segundo.

En resumen: Adolescencia se vuelve rehén de su estilo. Y uno no puede evitar preguntarse: ¿acaso importa más cómo se cuenta que lo que se cuenta? ¿De verdad el plano secuencia vale tanto como para sacrificar tensión, emoción, y sentido narrativo?

A veces, cortar a tiempo es más valiente que seguir rodando.